Wilfredo García Gallegos Wilfredo García Gallegos

Apple y el Super Bowl ¿Qué nos dice esta alianza?

Tras concretar un acuerdo de 50 millones de dólares anuales con la NFL, Apple se apoderó por diez años del entretenimiento musical de una de las plataformas de exposición para marcas más rentables del mundo.

¿Qué opinan de tener la atención de 200 millones de espectadores? La cifra, sin duda apetecible para cualquier marca, es el margen de audiencia que espera tener este año a nivel mundial el Super Bowl LVII, según NFL Vision, empresa dueña de los derechos televisivos de la NFL.

Y es que no es poca la atención que ha generado el evento de este 2023, pues será el inicio la “era Apple”, cuya marca Apple Music se estrena como patrocinante del show del medio tiempo, luego de una década de reinado de Pepsi.

Tras concretar un acuerdo de 50 millones de dólares anuales con la NFL, la marca de la manzana se apoderó por diez años del entretenimiento musical de una de las plataformas de exposición para marcas más rentables del mundo.

 

¿UN NUEVO 1984?

Las expectativas crecen al recordar que fue justamente en un Super Bowl, el de 1984, cuando la empresa fundada por Steve Jobs lanzó el icónico comercial dirigido por Ridley Scott, con el que presentaba su primera computadora Macintosh, causando un revuelo sin precedentes en la informática… y también en la publicidad.

Inmediatamente después de la emisión del anuncio Apple reportó ingresos de hasta 3,5 millones de dólares, una cifra considerable para el momento. Más tarde, en 1995, el comercial entró al Salón de la Fama de Clio, y es identificado como uno de los mejores spots en la historia de la publicidad.

La vuelta de Apple a la escena del Super Bowl, casi 40 años después de aquel parteaguas, reivindica la importancia de este evento como vitrina “por excelencia” de uno de los formatos más robustos y vigentes de la publicidad: los comerciales de TV.

Es tanto así, que desde mediados del año pasado los anunciantes más importantes a nivel mundial se disputaban un espacio en el evento más visto de la televisión en EE.UU. Y es que no cualquiera logra entrar en este club; no solo por el costo (entre 6 y 7 millones de dólares, por una duración de 30 segundos), sino porque son cupos limitados.

Algunos de los ganadores fueron Doritos, Pringles, M&M's y empresas tecnológicas como Netflix y Google, quienes han producido costosos y ultra creativos spots para aprovechar al máximo esta ventana de atención. 

 

EL REY SIGUE SIENDO EL REY

Por si fuera poco todo esto, se trata de un compromiso a largo plazo. Hablamos que una de las marcas más punteras del mundo digital, se está proyectando una década completa con el evento cumbre de la NFL.

Esto nos habla de una importante apuesta por la exposición que sigue generando los comerciales audiovisuales en televisión, y su potencial como punta de lanza de una campaña que se apalanque en un medio capaz de congregar y mantener la atención cautiva de un público muy diverso, que difícilmente puede captarse al mismo tiempo en los medios digitales debido a la segmentación propia de estos canales.

¿Y cómo está tu marca? ¿Qué lugar ocupan los comerciales en tu estrategia? ¿Tu inversión se centra en lo digital o tienes contemplado un mix de plataformas en donde el video tenga el peso que le están dando los grandes?

Hablemos… 

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Agustín García Rodríguez Agustín García Rodríguez

¿Prepara el sexo su jubilación?

El viejo sexo, ya encanecido, cansado quizá de dominar nuestras vidas, parece que está pensando en retirarse. Sí, el sexo que entre otras tantas cosas prestó sus invalorables servicios a la publicidad durante tantas décadas, supliendo a menudo y con razonable eficacia las faltas de creatividad, comienza a sentir que sus fuerzas flaquean.

El cineasta Luis Buñuel dijo una vez que el sexo sin religión, es decir, sin la sazón del pecado y lo prohibido, es como el huevo sin sal. Lo que nunca imaginamos, sobre todo tras la llamada “liberación sexual”,  es que el sexo podría llegar a un punto tal de normalización, de sobre abundancia, de despojo total de tabúes, que amenazaría con volverse ciertamente desabrido e incapaz de alborotar apetencias con la potencia que siempre lo caracterizó.

Las señales van siendo cada vez más claras: generación a generación crece un cierto desdén por el sexo, o al menos por ese sexo alegre, despreocupado y, sobre todo, de alta rotación que antes prometía la felicidad.

Ya en 2016, la revista científica Archives of Sexual Behavior reportó que la frecuencia sexual de la generación millennial norteamericana, era significativamente inferior a la de la generación X y más cercana a la de sus abuelos boomers. Señalaron, por ejemplo, que los nacidos entre 1965 y 1969 tuvieron más del doble de encuentros sexuales que los nacidos entre 1990 y 1994, durante el tramo de los 18 a los 22 años de edad. Dato adicional: las recientes generaciones no solo tienen menos sexo, sino que además son más pudorosas a la hora de exhibir sus cuerpos en la intimidad del cuarto o de un vestuario o baño colectivos, sin las posibilidades de retoque o filtros que dan las redes sociales.

En Holanda la pérdida de la virginidad se va retrasando progresivamente: en 10 años el promedio pasó de los 17 a los 19 años. Los finlandeses reportan una caída general del deseo sexual entre sus mujeres. En España, los mismos jóvenes que hablan obsesivamente de sexo, en un 64% apenas alcanzan a tener un encuentro semanal. Y ni hablar del Japón, donde más del 40% de los varones llegan vírgenes a los 34 años. Allí se habla de la generación soushoku danshi, referida a aquellos con el más absoluto desdén por el contacto directo con otros humanos: millones de jóvenes sobre abastecidos de pornografía y juguetes sexuales.  

Es la llamada “recesión sexual” que afecta principalmente y por ahora a unos “Z” que se han ganado el calificativo de “puriteens”, es decir, adolescentes puritanos, un poco adultos precoces que a la manera de sus bisabuelos o tatarabuelos dan mucha importancia al logro de su estabilidad financiera por encima de la mera celebración de la vida y el placer. Van creciendo incluso las apologías del celibato, y por supuesto la normalización de la asexualidad como una opción válida y respetable de orientación –o desorientación- sexual.

¿Y qué hay del fenómeno Tinder, que parece hablarnos de un planeta sexualmente hiperactivo? Parece que es más ruido que nueces: su efectividad es de solo 1,62 % en cuanto al logro del “match”, cifra que se reduciría considerablemente si identificáramos las relaciones que efectivamente llegan a la posición horizontal.

Todo ha tenido su espejo en lo que quizá es el epítome actual de la cultura pop: el cine de superhéroes que, en muchos sentidos, se ha convertido en “el” cine. La última década ha sido de marcada desexualización  de los protagonistas. Capitán América es declaradamente virgen y el Supermán actual no se permite los revolcones con Luisa Lane de los años 70.  El único sexo explícito del cine de superhéroes reciente, el de Wonder Woman, provocó una lluvia de críticas  que probablemente contribuyó al pobre desempeño de la película. Eso sí: se ha potenciado el culto a los cuerpos musculosos o curvilíneos, pero en personajes que por alguna razón perdieron todo deseo sexual.

La llamada cultura hook-up –léase fornicar cuál conejos con múltiples parejas y sin reparar en aquello que llamaban amor- está de capa caída. Por el contrario, va en alza la búsqueda de una pareja –o parejas- que nos ofrezca más que solo sexo: un vínculo emocional y la satisfacción de necesidades que den sentido a la vida. Pero, neuróticamente, con la aparejada postergación del compromiso –ni hablar de matrimonio- a la espera de una estabilidad económica que cuesta mucho alcanzar.

¿Y cómo se comporta el oficio publicitario ante todos estos cambios? Pues con mucha lentitud y desconcierto. Mayormente, sigue hablando con los viejos códigos de un mundo en extinción.

Todo el poder que acumuló la publicidad a lo largo de su historia tuvo en mucho que ver con el sexo y no será fácil evolucionar si, efectivamente, se consolidan estas tendencias. Queda saber si sigue siendo verdad aquello que agudamente dijo el escritor Oscar Wilde: en este mundo todo tiene que ver con el sexo… menos el sexo, que es otra cosa: es poder.

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Facebook: Duro de matar

¡Quién lo iba a decir! Aquel niño genial, travieso, indiscreto, sorprendente, que nos cambió la vida, ya es mayor de edad. Facebook cumple este febrero 18 años sin que nadie discuta su papel pionero en el boom de las redes sociales, pero con muchos augurándole un futuro incierto ante la competencia tanto de su hermanita de leche, Instagram, como de las demás que vienen quitándole espacios progresivamente, sobre todo entre los jóvenes.

18 años que, para el vertiginoso sentido del tiempo que tienen las nuevas tecnologías, quizás habría que contabilizar con el mismo método de cálculo que aplicamos a la edad de los perros: multiplicando por 7.

Si la vemos con el cristal del branding, la pregunta sería si la marca Facebook tendrá ese valor fundacional que han tenido nombres como Coca-Cola o Ford, y acabará convirtiéndose en una venerable capaz de sobrevivir y adaptarse con éxito, o si ya habrá una lápida con su nombre en ese cementerio donde comparten tumba ex gigantes como Kodak o Blockbuster.

Ante los pesimistas, Facebook saca algunos numeritos y dice como Don Juan Tenorio: “Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud”. A la fecha, la red está a punto de alcanzar los 3.000 millones de usuarios en el mundo; lo que redondeando serían unos 450 millones más que Youtube, 1.000 más que Whatsapp, 1.500 más que Instagram, 2.000 más que TikTok y 2.500 más que Twitter.

Pero, si bien retiene el liderato, en el 2021 Facebook creció a mucho menor velocidad; la mitad que en el 2020: 6,2% Vs. 11,8%. Algo muy distinto a lo ocurrido con la competencia. Instagram pisó el acelerador con un 21% de crecimiento; Twitter se espabiló tras varios años de estancamiento con un 23% y TikTok pegó el mayor estirón nada menos que con 45%.

Y no son los únicos datos preocupantes para Facebook. Más allá del número de usuarios, aquellos  que forman parte de lo que se ha llamado “el país más grande del mundo”, no tienen necesariamente a esa red entre sus favoritas. De hecho, ante la pregunta sobre cuál es la preferida, Whatsapp e Instagram –en ese orden- superan a Facebook. Las diferencias no son muy grandes en los números totales, pero si acercamos la lupa se ve con claridad el desapego que va sufriendo Facebook entre los más jóvenes… especialmente entre “las” jóvenes. Para mujeres entre los 16 y 24 años de edad, Instagram es líder en la preferencia, con más del triple que Facebook (25,6% Vs. 7,3%). Por su parte, los varones en ese mismo rango de edad que tienen a Instagram como su preferida, duplican a los que siguen amando a Facebook (22,8% Vs. 11,1%).

La tendencia es clara: los años de crecimiento explosivo de Facebook quedaron atrás, como ya se venía apreciando desde 2018, y parece claro que a la vuelta de la esquina podría convertirse en un jugador más de un mercado cada vez menos monopólico… un jugador con ciertas ventajas, sin duda, pues forma parte de esa gigantesca “montaña de azúcar” (Eso significa Zuckerberg en alemán) que conforma junto a Instagram, Whatsapp y FB Messenger, sin entrar a hablar del gran proyecto de empresa matriz que significa Meta.

Facebook, además, tiene ante sí el reto de continuar sorteando la crisis reputacional que se ha forjado a pulso, escándalo tras escándalo, hasta convertirse en sinónimo de casi todo lo malo que se pueda atribuir a las redes sociales y que, por cierto, no es de su exclusividad.

Como suele ocurrir con los niños que crecen sin autoridad, sin referencias, sin ley, no es de extrañar que se haya convertido en algo así como un delincuente juvenil, un enfant terrible, un James Dean de lo digital.

Le han acusado de manipular las mentes para encumbrar presidentes, de traficar datos privados, de cooperar en macabros proyectos de espionaje gubernamental y hasta de crear el paraíso de los pedófilos. Y algunos de sus errores no son muchachadas que el público perdone fácilmente. Haber facilitado el uso de la información de unos 50 millones de usuarios a Cambridge Analytica, le costó en su momento que uno de cada cuatro estadounidenses eliminara la aplicación de Facebook en sus teléfonos. Y la situación no parece haber mejorado mucho, incluso tras la sonada y poco reparadora comparecencia de Zuckerberg ante el congreso norteamericano.

En septiembre de 2019 se develó que Facebook dejó durante un año un servidor sin protección, con libre acceso a 419 millones de teléfonos, el identificador de Facebook asociado y en algunos casos el nombre del usuario, su sexo y su país. En abril de 2021, los datos de más de 500 millones de usuarios se pusieron a disposición de forma gratuita para su descarga, al parecer debido a una vulnerabilidad que Facebook rectificó luego.  

Parecería suficiente para que Facebook estuviera en una situación muy comprometida. Pero el hecho es que allí está, en pie, con tantas cicatrices como Bruce Willis en Duro de Matar, pero muy dispuesta a seguir dando pelea.

(Datos numéricos: Informe Global Sobre el Entorno Digital 2022 de Hootsuite/We Are Social).

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