Agustín García Rodríguez Agustín García Rodríguez

¿Prepara el sexo su jubilación?

El viejo sexo, ya encanecido, cansado quizá de dominar nuestras vidas, parece que está pensando en retirarse. Sí, el sexo que entre otras tantas cosas prestó sus invalorables servicios a la publicidad durante tantas décadas, supliendo a menudo y con razonable eficacia las faltas de creatividad, comienza a sentir que sus fuerzas flaquean.

El cineasta Luis Buñuel dijo una vez que el sexo sin religión, es decir, sin la sazón del pecado y lo prohibido, es como el huevo sin sal. Lo que nunca imaginamos, sobre todo tras la llamada “liberación sexual”,  es que el sexo podría llegar a un punto tal de normalización, de sobre abundancia, de despojo total de tabúes, que amenazaría con volverse ciertamente desabrido e incapaz de alborotar apetencias con la potencia que siempre lo caracterizó.

Las señales van siendo cada vez más claras: generación a generación crece un cierto desdén por el sexo, o al menos por ese sexo alegre, despreocupado y, sobre todo, de alta rotación que antes prometía la felicidad.

Ya en 2016, la revista científica Archives of Sexual Behavior reportó que la frecuencia sexual de la generación millennial norteamericana, era significativamente inferior a la de la generación X y más cercana a la de sus abuelos boomers. Señalaron, por ejemplo, que los nacidos entre 1965 y 1969 tuvieron más del doble de encuentros sexuales que los nacidos entre 1990 y 1994, durante el tramo de los 18 a los 22 años de edad. Dato adicional: las recientes generaciones no solo tienen menos sexo, sino que además son más pudorosas a la hora de exhibir sus cuerpos en la intimidad del cuarto o de un vestuario o baño colectivos, sin las posibilidades de retoque o filtros que dan las redes sociales.

En Holanda la pérdida de la virginidad se va retrasando progresivamente: en 10 años el promedio pasó de los 17 a los 19 años. Los finlandeses reportan una caída general del deseo sexual entre sus mujeres. En España, los mismos jóvenes que hablan obsesivamente de sexo, en un 64% apenas alcanzan a tener un encuentro semanal. Y ni hablar del Japón, donde más del 40% de los varones llegan vírgenes a los 34 años. Allí se habla de la generación soushoku danshi, referida a aquellos con el más absoluto desdén por el contacto directo con otros humanos: millones de jóvenes sobre abastecidos de pornografía y juguetes sexuales.  

Es la llamada “recesión sexual” que afecta principalmente y por ahora a unos “Z” que se han ganado el calificativo de “puriteens”, es decir, adolescentes puritanos, un poco adultos precoces que a la manera de sus bisabuelos o tatarabuelos dan mucha importancia al logro de su estabilidad financiera por encima de la mera celebración de la vida y el placer. Van creciendo incluso las apologías del celibato, y por supuesto la normalización de la asexualidad como una opción válida y respetable de orientación –o desorientación- sexual.

¿Y qué hay del fenómeno Tinder, que parece hablarnos de un planeta sexualmente hiperactivo? Parece que es más ruido que nueces: su efectividad es de solo 1,62 % en cuanto al logro del “match”, cifra que se reduciría considerablemente si identificáramos las relaciones que efectivamente llegan a la posición horizontal.

Todo ha tenido su espejo en lo que quizá es el epítome actual de la cultura pop: el cine de superhéroes que, en muchos sentidos, se ha convertido en “el” cine. La última década ha sido de marcada desexualización  de los protagonistas. Capitán América es declaradamente virgen y el Supermán actual no se permite los revolcones con Luisa Lane de los años 70.  El único sexo explícito del cine de superhéroes reciente, el de Wonder Woman, provocó una lluvia de críticas  que probablemente contribuyó al pobre desempeño de la película. Eso sí: se ha potenciado el culto a los cuerpos musculosos o curvilíneos, pero en personajes que por alguna razón perdieron todo deseo sexual.

La llamada cultura hook-up –léase fornicar cuál conejos con múltiples parejas y sin reparar en aquello que llamaban amor- está de capa caída. Por el contrario, va en alza la búsqueda de una pareja –o parejas- que nos ofrezca más que solo sexo: un vínculo emocional y la satisfacción de necesidades que den sentido a la vida. Pero, neuróticamente, con la aparejada postergación del compromiso –ni hablar de matrimonio- a la espera de una estabilidad económica que cuesta mucho alcanzar.

¿Y cómo se comporta el oficio publicitario ante todos estos cambios? Pues con mucha lentitud y desconcierto. Mayormente, sigue hablando con los viejos códigos de un mundo en extinción.

Todo el poder que acumuló la publicidad a lo largo de su historia tuvo en mucho que ver con el sexo y no será fácil evolucionar si, efectivamente, se consolidan estas tendencias. Queda saber si sigue siendo verdad aquello que agudamente dijo el escritor Oscar Wilde: en este mundo todo tiene que ver con el sexo… menos el sexo, que es otra cosa: es poder.

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Facebook: Duro de matar

¡Quién lo iba a decir! Aquel niño genial, travieso, indiscreto, sorprendente, que nos cambió la vida, ya es mayor de edad. Facebook cumple este febrero 18 años sin que nadie discuta su papel pionero en el boom de las redes sociales, pero con muchos augurándole un futuro incierto ante la competencia tanto de su hermanita de leche, Instagram, como de las demás que vienen quitándole espacios progresivamente, sobre todo entre los jóvenes.

18 años que, para el vertiginoso sentido del tiempo que tienen las nuevas tecnologías, quizás habría que contabilizar con el mismo método de cálculo que aplicamos a la edad de los perros: multiplicando por 7.

Si la vemos con el cristal del branding, la pregunta sería si la marca Facebook tendrá ese valor fundacional que han tenido nombres como Coca-Cola o Ford, y acabará convirtiéndose en una venerable capaz de sobrevivir y adaptarse con éxito, o si ya habrá una lápida con su nombre en ese cementerio donde comparten tumba ex gigantes como Kodak o Blockbuster.

Ante los pesimistas, Facebook saca algunos numeritos y dice como Don Juan Tenorio: “Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud”. A la fecha, la red está a punto de alcanzar los 3.000 millones de usuarios en el mundo; lo que redondeando serían unos 450 millones más que Youtube, 1.000 más que Whatsapp, 1.500 más que Instagram, 2.000 más que TikTok y 2.500 más que Twitter.

Pero, si bien retiene el liderato, en el 2021 Facebook creció a mucho menor velocidad; la mitad que en el 2020: 6,2% Vs. 11,8%. Algo muy distinto a lo ocurrido con la competencia. Instagram pisó el acelerador con un 21% de crecimiento; Twitter se espabiló tras varios años de estancamiento con un 23% y TikTok pegó el mayor estirón nada menos que con 45%.

Y no son los únicos datos preocupantes para Facebook. Más allá del número de usuarios, aquellos  que forman parte de lo que se ha llamado “el país más grande del mundo”, no tienen necesariamente a esa red entre sus favoritas. De hecho, ante la pregunta sobre cuál es la preferida, Whatsapp e Instagram –en ese orden- superan a Facebook. Las diferencias no son muy grandes en los números totales, pero si acercamos la lupa se ve con claridad el desapego que va sufriendo Facebook entre los más jóvenes… especialmente entre “las” jóvenes. Para mujeres entre los 16 y 24 años de edad, Instagram es líder en la preferencia, con más del triple que Facebook (25,6% Vs. 7,3%). Por su parte, los varones en ese mismo rango de edad que tienen a Instagram como su preferida, duplican a los que siguen amando a Facebook (22,8% Vs. 11,1%).

La tendencia es clara: los años de crecimiento explosivo de Facebook quedaron atrás, como ya se venía apreciando desde 2018, y parece claro que a la vuelta de la esquina podría convertirse en un jugador más de un mercado cada vez menos monopólico… un jugador con ciertas ventajas, sin duda, pues forma parte de esa gigantesca “montaña de azúcar” (Eso significa Zuckerberg en alemán) que conforma junto a Instagram, Whatsapp y FB Messenger, sin entrar a hablar del gran proyecto de empresa matriz que significa Meta.

Facebook, además, tiene ante sí el reto de continuar sorteando la crisis reputacional que se ha forjado a pulso, escándalo tras escándalo, hasta convertirse en sinónimo de casi todo lo malo que se pueda atribuir a las redes sociales y que, por cierto, no es de su exclusividad.

Como suele ocurrir con los niños que crecen sin autoridad, sin referencias, sin ley, no es de extrañar que se haya convertido en algo así como un delincuente juvenil, un enfant terrible, un James Dean de lo digital.

Le han acusado de manipular las mentes para encumbrar presidentes, de traficar datos privados, de cooperar en macabros proyectos de espionaje gubernamental y hasta de crear el paraíso de los pedófilos. Y algunos de sus errores no son muchachadas que el público perdone fácilmente. Haber facilitado el uso de la información de unos 50 millones de usuarios a Cambridge Analytica, le costó en su momento que uno de cada cuatro estadounidenses eliminara la aplicación de Facebook en sus teléfonos. Y la situación no parece haber mejorado mucho, incluso tras la sonada y poco reparadora comparecencia de Zuckerberg ante el congreso norteamericano.

En septiembre de 2019 se develó que Facebook dejó durante un año un servidor sin protección, con libre acceso a 419 millones de teléfonos, el identificador de Facebook asociado y en algunos casos el nombre del usuario, su sexo y su país. En abril de 2021, los datos de más de 500 millones de usuarios se pusieron a disposición de forma gratuita para su descarga, al parecer debido a una vulnerabilidad que Facebook rectificó luego.  

Parecería suficiente para que Facebook estuviera en una situación muy comprometida. Pero el hecho es que allí está, en pie, con tantas cicatrices como Bruce Willis en Duro de Matar, pero muy dispuesta a seguir dando pelea.

(Datos numéricos: Informe Global Sobre el Entorno Digital 2022 de Hootsuite/We Are Social).

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Agustín García Rodríguez Agustín García Rodríguez

Razones para un (prudente) optimismo en Panamá

La feroz tormenta del 2020 quedó atrás y, aunque el barco navega en aguas relativamente calmadas y con buen pronóstico, algunas velas quedaron maltrechas y todavía hay que achicar el agua que sigue entrando por algún agujero.

La feroz tormenta del 2020 quedó atrás y, aunque el barco navega en aguas relativamente calmadas y con buen pronóstico, algunas velas quedaron maltrechas y todavía hay que achicar el agua que sigue entrando por algún agujero.

Así podemos ver la situación de Panamá tras haber sufrido una caída de casi 18% de su Producto Interno Bruto en el año más intenso de la pandemia, compensada en buena parte por una recuperación de 13% en 2021 y con perspectivas prácticamente seguras de crecimiento en 2022.

Casi la mitad de los empresarios del país reportaron que sus ventas e ingresos se incrementaron durante el pasado ejercicio. Así las cosas, Panamá promete estar a la cabeza de Latinoamérica en cuanto a su capacidad de reacción, con un crecimiento superior al 8% según la CEPAL, seguido por República Dominicana, El Salvador y Perú entre los más afortunados de Latinoamérica. (“Estudio económico de América Latina y el Caribe”).

Pero en cubierta unos ven el vaso medio vacío y otros medio lleno. Los escépticos apuntan que, si bien el que termina fue un año de recuperación, el beneficio fue muy desigual según el sector a que nos refiramos y con poca incidencia tanto en el crecimiento del empleo –sobre todo del formal- y por tanto del consumo, que es una variable que nos interesa especialmente en el ámbito de la publicidad y el mercadeo.

El sector privado, que redujo sus plantillas en 364 mil trabajadores en 2020, recuperó parte de lo perdido, pero aún  no genera nuevos empleos. Las cifras no lucen confiables, pues las oficiales sitúan el problema del desempleo en torno a 11%, mientras analistas independientes llegan a duplicar o triplicar esa estimación. El empleo, sin duda, es uno de esos grandes agujeros en el casco del barco.

También jugando en contra está el repunte de la inflación, que entre enero y diciembre de 2021 acumuló 1,6 %, con una variación interanual de 2,6 % (Datos del Instituto Nacional de Estadística y Censo), en cualquier caso muy inferior al promedio de Latinoamérica en un año de récords inflacionarios. Pero es una tendencia que podría ir a más, pues mucha de la mercancía que tenía que llegar a Panamá, no ha llegado, y cuando llegue, en este primer trimestre, lo hará a un costo más alto.

Otra circunstancia negativa para ciertos sectores, puede ser la entrada en vigencia de los aranceles a 0% del tratado de promoción comercial (TPC) con Estados Unidos, que implica la entrada de productos agropecuarios a menor precio.

Más allá de estas consideraciones, los optimistas tienen bastantes razones para defender su posición. Dentro y fuera de las fronteras panameñas muchos expertos prevén un buen desempeño para la economía del istmo en este 2022. La misma Comisión Económica para América Latina –CEPAL- le augura una “recuperación sostenible e inclusiva”, mientras que otras instituciones amplían la predicción de crecimiento  del PIB hasta 14% o más y hablan de recuperar las cifras pre-pandemia.

Sean pesimistas u optimistas, unos y otros coinciden en que la capacidad del país para atraer nuevamente inversiones extranjeras directas es un asunto crucial. Tras la estrepitosa caída de esta variable en el 2020, la recuperación en 2021 apenas superó el 10%. En esta materia persisten condicionantes que poco o nada tienen que ver con la circunstancia de la pandemia.

Preocupa especialmente la permanencia del país en las listas del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) y de la Unión Europea (UE), y mientras siga resonando el escándalo de los Pandora Papers, la labor es cuesta arriba. Basta decir, para apreciar el impacto del problema reputacional, que Panamá no recupera aún los niveles que tenía en 2015 en cuanto al resguardo de dinero extranjero en sus bancos. Otros países de la región, muy en particular Costa Rica, están captando los flujos de recursos.

La buena noticia en cuanto a inversiones es el avance  en la negociación del nuevo contrato entre el Estado panameño y Minera Panamá (subsidiaria de la canadiense First Quantum Minerals Ltd.), que constituye una inversión extranjera realmente histórica con sus $6,700 millones de inyección a la economía y capacidad para generar cerca de 40 mil empleos entre directos e indirectos. El Ministerio de Comercio e Industrias (MICI) acaba de recibir  por parte de Minera Panamá la aceptación de la propuesta según la cual la mina de cobre Panamá daría al gobierno una aportación mínima, es decir al margen de las ventas, de 375 millones de dólares al año solo por concepto de regalías, no por impuestos.

Parece claro, a la luz del comportamiento de la economía en 2021, que la locomotora panameña seguirá siendo en gran medida el comercio internacional, incluyendo servicios de exportación, operaciones portuarias, logística, el Canal de Panamá y la Zona Libre de Colón.

En cuanto a la inversión publicitaria, como en tantos otros países, Panamá experimenta un sostenido crecimiento del gasto en marketing digital, liderado por las empresas de telecomunicaciones, y seguido por inmobiliarias, marcas de electrodomésticos, grandes superficies y supermercados. El país, y Centroamérica en general, registró en 2021 un aumento extraordinario de la inversión en redes sociales, porcentualmente mayor incluso que el de Norteamérica.

Es fácil concluir que, con todo y sus tareas pendientes, Panamá seguirá en una posición de privilegio entre las economías de la región y continuará siendo un buen lugar por el cual apostar en asunto de negocios. Y además, también un excelente sitio para asentarse si hacemos caso de la firma Internacional Living, que para este 2022 otorgó al país el puesto número uno  de su ranking mundial para jubilarse o sencillamente llevar una vida más saludable y feliz.

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